LA DIGNIDAD DEL NAZARENO. BREVE ANÁLISIS DE LA SEMANA SANTA 2019
Con motivo de la pasada Semana
Santa leía un artículo con este maravilloso encabezamiento para hacer
referencia a la masificación de nazarenos en los cortejos sevillanos. Y,
paradójicamente, nos vale de referencia para analizar nuestra Semana Mayor.
Pero dirigiéndolo al otro lado: a la necesaria dignificación de los nazarenos
por su escasez y su poco cuidado.
Un año más nuestra Semana Santa y
sus cofradías se encuentran con los mismos problemas, crónicos en algunos
casos, en aras de solución en otros. Pero, por el contrario, nos encontramos
nuevos desafíos.
La Semana Santa de 2019, atípica,
cambiante, extraña y caprichosa, nos deja un sabor agridulce. Una cuaresma de
efemérides con dos grandes Via Crucis extraordinarios de los que deberían tomar
nota los organizadores del Via Crucis arciprestal (ahora llamado
interparroquial). Unas vísperas a medio hacer con un Nazareno ‘in albis’ y una
Dolorosa con buenas sensaciones.
El Domingo de Ramos brilló como
los últimos años aunque los nazarenos de los cortejos de las tres corporaciones
se han estancado este año frenando su crecimiento. ¿Razones? El nazareno no es
el centro de la cofradía.
La Borriquita, con un trabajo
continuado, logra mantener un importante número de nazarenos. Sigue siendo un
desafío exornar el paso y las imágenes. Y hay que mejorar el tiempo de paso.
Cuarenta y pico nazarenos no pueden tardar en pasar una hora.
La Coronación ha mejorado mucho
en detalles como el trabajo en los pasos, el exorno o la priostía. Además, el cortejo
iba bien ordenado.
El Prendimiento, también, con el
cortejo ordenado pero menos numeroso que en otras ocasiones. Los pasos muy bien
como es costumbre.
Lunes Santo. Sigue siendo un día
perdido para nuestras cofradías. Sigue teniendo un Vía Crucis clericalizado
donde el protagonismo no es del fiel, no es de los cofrades y no lo es de la
Imagen Sagrada que lo preside, la cual va portada con menos brillo que en
muchos traslados.
El Martes Santo la cofradía de
Medinaceli ha aumentado su cortejo respecto a años anteriores pero lastra
problemas en su discurrir con tiempo de paso muy lento.
La hermandad de la Esperanza, con
un nutrido y ordenado cortejo, se ha convertido en un referente con una marcada
identidad propia de cofradía de barrio.
Las Penas creo que mantuvo su
línea habitual. Juzguen ustedes.
La Flagelación, en un miércoles
desapacible, puso en la calle un gran cortejo y supuso un auténtico acierto el
estreno de la banda en el paso de misterio. Con un paso por la Merced de los
más impresionantes que recuerdo en nuestra Semana Santa. Impresionante. El
palio, como siempre, dando lecciones de saber hacer. Una pena que lo apresurado
por la amenaza de lluvia nos privase de muchos momentos.
Jueves en blanco.
El Viernes Santo por la mañana
sigue siendo el auténtico despropósito de nuestra Semana Santa. Hermandades
inexistentes con cortejos irrisorios (¡veinte túnicas!), atributos portados
como si llevases cualquier cosa, nazarenos destapados, algunos viendo la
procesión por fuera con la túnica, nazarenos en los bares con la túnica. Todo
lo que NO debe ser una cofradía en la calle se puede ver el Viernes Santo por
la mañana en Ciudad Real. Una vergüenza para propios y turistas.
Y a ello hay que sumarle los
bochornosos sucesos del Sábado por la mañana. Cuando te echan literalmente a la
calle, poniendo el peligro patrimonio material y humano, cuando no se tiene ni
al culto tus titulares, ¿qué se espera para abandonar un lugar donde ni te
quieren ni te respetan? Quien tenga oídos que oiga. Yo como hermano lo tendría
claro.
Como broche de esta Semana Santa
la despedida de la talla del Resucitado de Donaire. Una excelente noticia.
Ahora salen defensores de esta talla que ni mueve a devoción (ha habido colas
para rezarle) ni es una talla procesional más allá de una imagen postconciliar
modernista que no llegó a entroncar con la tradición imaginera española.
Al hilo del título del artículo,
no quería finalizar sin hacer una pequeña reflexión. La figura del costalero se
ha convertido en el eje sobre el que basculan muchas de nuestras cofradías. Hay
algunas con más costaleros que nazarenos de fila. Y las Juntas de Gobierno
cuidan a sus costaleros y trabajan para ellos antes que por llenar el cortejo
de túnicas nazarenas. Es un desenfoque de cuál es la figura central de la
cofradía en la calle. Yo, que he sido costalero, abomino de los costaleros que
nunca se ponen la túnica de su hermandad, de las cuadrillas de foto en redes
sociales y postureo creciente. El carácter penitencial de las hermandades, el
anonimato y el silencio languidece frente al ruido de algunos en el mundo ‘de
abajo’.
Una cofradía en la calle debe
conseguir el equilibrio entre los que portan la Sagrada Imagen, los que hacen
penitencia anónima y los que dignifican la cofradía como servidores o cuerpos
de acólitos. Si se pierde este equilibrio en favor de unos la cofradía adolece
de una carencia total en fondo y forma.
Tras la Sagrada Imagen el
nazareno de fila debe ser el centro de la cofradía. Lo demás es contingente
pero la figura del nazareno es la única y más necesaria.
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