La noche en que envuelves todas mis dudas se hace cada día más
densa.
El frío y lo vacío nos dejan a medio sentirnos.
El frío y lo vacío nos dejan a medio sentirnos.
El cruce de tantas almas errantes. Las mujeres que avanzan hacia las
fábricas, malhumoradas, desnutridas y soñando despiertas. Es la
naturaleza deshumanizada de este sistema. A medio camino entre el
marxismo redentor y la magia capitalista. Ni Fourier, ni Owen lo
hubieran creído. Habrían pestañeado y de su boca saldrían perlas
de aguamarina.
Los niños se han quedado solos en los campos sembrados. Huele en el
ambiente a fuertes guisos. Patata y sal, con mantequilla desgrasada.
Los pequeños sorben sus mocos. Y limpian el barro de sus botines.
Es el cuadro que se repite a las afueras de las aldeas envejecidas
del antaño glorioso sueño de Beijing.
El líder supremo hace las maletas para su rápido viaje a las
provincias del interior. Multitudes uniformadas esperan tras la línea
recta de avisos y objeciones.
Muchachas, como las que deseamos, andan coqueteando con la joven
guardia revolucionaria. La primavera sangrienta de nuestros padres da
frutos de oro y cereza.
Entre los campos ruge el automóvil presidencial. Marinetti se
sentiría orgulloso y asqueado a la vez.
El plan quinquenal se abre al sol naciente. Y el rostro enjuto, hábil
y ufano del consejero autónomo muestra su conmiseración para con
todos esos parias del mundo, en vías de desarrollo.
Los caballos se desbocan en las interminables praderas.
Tú y yo.
Asomados al agua del estanque de siglos de cadencia. Las carpas
juguetean en el fondo. Sus destellos de plata dulce salpican la luz
mortecina de la tarde.
El consejo busca nuevos nombres para acelerar el desarrollo, el
progreso y todas esas fanfarrias altisonantes.
Diecisiete consejos del pueblo con hedor a sonrisas enlatadas.
Los fusiles de la joven guardia se levantan enhiestos un día más.
Tú y yo.
Nuestras manos mirando al cielo, abiertas, como el fruto demasiado
maduro que cae de los granados sobre el surco enrojecido de la tierra
amada.
Tú y yo.
Desafiando al mundo de hambrunas circundantes. Echando el pie sobre
los adoquines prohibidos. El gran paso adelante.
La noche en la que elegimos el nuevo consejo se anudó en nuestra
tripas revueltas.
Y brotaron jovencitos con odio redescubierto en el fondo de sus iris
estrellados en cinco puntas.
Confucio se desangra cuan Marat en laboratorio sintético.
Las colmenas de los obreros acarician los cielos. Y los vastos campos
se duermen como una dinastía antigua y cansada.
Me das la mano y paseamos camino del amarillo intenso del horizonte
más cercano.
Se abren las flores de los tilos al pasar como espigas somnolientas.
La noche es silenciosa y el alba nos espera.