viernes, 26 de septiembre de 2014

Ha muerto Leopoldo María Panero

Han pasado ya unos meses de la muerte de Panero. Pero quede aquí y para siempre un liviano homenaje de palabras a un gran maestro de las mismas.

In memoriam Leopoldo María Panero


Recorre mi cuerpo el rayo.
Quedan atrapados los pensamientos neutros,
esos que se ahogan en vino nuevo
de odres viejos.
Y se queda pétreo
el sudor de mi frente.
Y pájaros de papel
anidan cansados
en oscuros aleros
de musgosos tejados.

Y tus manos
de pálida Dolorosa,
se entrecruzan.
Se han hecho hijas perfectas
del fuego y el limbo,
del otoño naciente,
triunfante, dorado,
de cabalgatas y procesiones.
Naves que vuelan sobre la espuma.
Agonía que se duerme
en tu pecho de espinas
y escorpiones.

Al pasar los campanilleros
ya no hay mañana.
En tu cama ha fenecido el alba.
Al pasar tu sombra
cae la nieve.
Las mujeres vienen
tañendo amaneceres.
Al pasar tu palabra
los niños escupen rabia.
El pueblo queda llorando
neurótico y olvidado.
Tu voz se rasga
en miles de guitarras
de cuerdas quebradas.

Esta es la historia
que empieza tarde.
La de una vida
que nace amortajada.
Amapolas blancas,
espumas rojas,
sirenas varadas.
Cuentos de viejas jorobadas,
tardes de sangre infecta.
Largos pasillos,
batas blancas,
macilentas.
El dolor arrepentido
de mil pecados.
Salas de espera.
Cerebrales naufragios.
Puertas cerradas,
miradas enfermas.

Vida amortajada dije.
Y no queda llanto
que llene los mares de tu Luna.
Ni luto suficiente
para tan profunda negrura.
Tus ojos que se duermen,
tu boca que musita.
El tren se aleja nadando,
pasajeros de locura.
Estaciones muertas.
Tus versos de alas rotas
traen suave y sucia sepultura.
Sueña leves noches,
Sueña ubérrimas
espesuras.

Nos mudamos

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