Un país es el espacio geográfico, la nación la constituye
el andamiaje institucional. La patria, en cambio, es lo recibido de los
padres y lo que hemos de entregar a los hijos. Un país puede ser
mutilado, la nación puede transformarse (en las posguerras del siglo XX
hemos visto tantos ejemplos de esto), pero la patria o mantiene su ser
fundante o muere; patria dice a patrimonio, a lo recibido y que hay que
entregar acrecentado pero no adulterado.
Patria dice a paternidad y filiación… patria evoca aquella escena
trágica y esperanzadora de Eneas con su padre a babuchas en la tarde de
la destrucción de Troya: «et sublato patre montem petivi». Sí,
patria supone soportar lo recibido no para guardarlo en conserva sino
para entregarlo íntegro en su esencia pero crecido en el camino de la
historia.
Patria necesariamente entraña una tensión entre la memoria del
pasado, el compromiso con la realidad del presente y la utopía que
proyecta hacia el futuro. Y esta tensión es concreta, no sufre
intervenciones extrañas, no se extrapola en la confusión de la realidad
presente con la memoria y la utopía engendrando fugas ideológicas
esencialmente infecundas.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio
Buenos Aires, 24 de enero de 2011,
Fiesta de Nuestra Señora de la Paz