Se empeñan las
marionetas de cartón
en emponzoñar las
palabras.
Cada vez que entro en
tu habitación
fluyen chocolate y
nata.
Y las ideas de verte
negra y marrón,
y las noches de
serenata.
Las idas y venidas a
Dios.
La hermosa y azul
serpentinata.
Tu cuerpo tendido al
sol.
El tiempo buscando
escapadas.
Tu pecho sabiendo a
alcanfor.
Tu lengua espesa y
hastiada.
Mis manos y su
eléctrico amor.
Cuchillos que relucen
en plata.
Surcos de vino en
derredor.
Inercia que se
desprende intacta.
Formas de barro y
sudor.
Caricias dulces de
medio nácar.
Armarios de suspiro y
tesón.
Ambiciones de
hojalata.
Orquesta de voces en
off.
Barrios enteros en
armas.
Suicidas y su
profundo hedor,
a alcantarilla mental
mentolada.
Explosiones de dios redentor,
Niños. Y mujeres
embelesadas.
Noticiarios en
abierto estupor.
Vomitan voces
jaspeadas.
Alcalinos sueños de
dolor,
en recortadas
montañas.
El oprobioso dueño
bicolor
de policías en pos
del alba.
Tu silueta perfecta
y
dos luciérnagas lejanas.
Muéveme verte con
ardor
de mujer desesperada.
Muéveme el viento y
el fulgor
y tu bello cuento de
hada.
Muéveme el trasdós,
de tus bellas y
ojivales arcadas.
La curva de la pasión
de tus labios que
matan.
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