lunes, 7 de abril de 2014

Reflexión en vísperas


La maravilla que suponen las vísperas es difícilmente superable para un cofrade. Pero no por ello, y especialmente en este momento del año, se ha de dejar de ser especialmente sensible en lo que a tu corporación o corporaciones nazarenas les sucede.
Y es ahí a dónde quiero llegar. A la realidad que hemos vivido durante este quinto Domingo de Cuaresma.
Una realidad que es diametralmente opuesta en dos de mis hermandades. Y que especialmente para la Hermandad de Jesús de Las Penas impone una reflexión. Una toma de conciencia que, ante todo, dignifica y resalta el trabajo ímprobo que está desarrollando la actual Junta de Gobierno. Un sereno análisis que no hace más que confirmar el hecho de la falta de devoción de un Titular que no ha encontrado el hueco necesario en el corazón de los fieles de Ciudad Real. Y lo afirmo con el bagaje de once años como hermano de Las Penas y costalero del Señor. Con el cariño de muchas oraciones y la confianza de ser sus pies muchos Martes Santo o de haber sido pregonero de su Imagen Sagrada.
Pero por ello interiorizo y analizo lo que para mi hermandad de Las Penas supone un hecho natural, un hecho que la presenta ante el pueblo cristiano y ante la realidad cofrade. Una hermandad que llama por su concepto de cofradía en la calle pero que no puede prolongar su mensaje de la manera que desea. Una hermandad que se ha visto abandonada por muchos de sus hermanos porque no les ha atado una verdadera devoción a una imagen del Señor que no ha arraigado en lo hondo de su alma. Que no acompaña a nuestra convicciones católicas y a nuestra fe al no transmitir la piedad y unción que deseamos.
Las comparaciones son odiosas pero que distinta es la transcendencia, el ejercicio catequético, el creciente capital humano, la labor que puede desarrollar al amparo de la devoción a su Titular mi Hermandad de Jesús Nazareno.
Quiera Dios que el culto que ahora rendimos en la actual Imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas pueda extenderse, crecer y hacerse fértil aunque para ello se deban tomar caminos valientes, difíciles sin duda. 
En su último Solemne Traslado al convento de las Madres Carmelitas muchos hermanos notamos esa soledad que nos hace interiorizar que las herramientas para la Evangelización exigen algo más que un concepto impecable de cofradía, exigen buscar siempre lo mejor para mostrar la imagen del Señor por las calles. “¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!” (Mt. 7, 9-11).

Meditemos y hagamos meditar a los que comparten este antiguo carisma de las hermandades y cofradías. Algo que ha venido siendo vivo, que se ha perfeccionado y que, con el paso de los siglos, y más urgentemente que nunca ha de llevar el Evangelio allá donde sea preciso.




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